15 de septiembre de 2009

En una iglesia con los oídos encendidos

me pasa que acabo con la indignación al rojo vivo.
Más allá de no entender ese ritual arcaico, siempre me pregunto lo mismo: ¿seré la única que estoy escuchando al cura y pensando sobre lo que dice?

El otro día fui a la iglesia (es lo que tiene vivir en una sociedad en la que las actividades socio-lúdico-culturales están vinculas a la Santa Iglesia Católica (SIC)) y salí pensando: este cura ... lo que ha dicho ... es o estás con Dios (el católico) o no vas al cielo (y el cielo es lo más que puede ofrecer la SIC), ¿verdad? Me quedé traumatizada, porque el cura es que no aprovechó que la iglesia estaba llena de gente que, como yo, va al templo de fiesta en fiesta ... Lo dejó bien clarito, o perteneces al club o la vida que no existe va a ser dura.
Una vez superado el trauma, seguí pensando: ¡claro, éste no puede decir que los no creyentes en Dios (el católico) van también al cielo porque se le acaba el chollo a la SIC! ¡Este hombre lo que es un agente comercial de la SIC! y ha utilizado muy bien el templo lleno ... ¡muy listo!

Así fue la última vez que entré en un templo de la SIC, otras veces tuve la suerte de asistir a una boda y escuchar los bonitos discursos que el cura lanzaba (no puedo evitar sentirlos como pedradas en las neuronas) a los novios, también confieso que algún domingo de esos en los que la SIC hacía manifestaciones en las calles (como los rojos agitadores) por la familia y contra las falsas familias contra natura, entré en sus templos para aprender del discurso clerical ...

En fin ya lo sé la culpa es mía por entrar en estos lugares ... si ya me lo tengo dicho: mar-ia, una de dos, o te quedas fuera de la iglesia o si entras apágate los oídos.
¿Tú puedes entrar a la SIC con los oídos encendidos?

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