Érase una vez unos empresarios de Estados Unidos que contrataban a sus trabajadores con contratos basura: un salario con el que no se podía vivir y una jornada laboral de más de 8 horas. Los trabajadores aceptaban porque pensaban que era un precio que había que pagar por el sueño prometido. Pero las facturas llegaban y el sueldo no era suficiente. No se sabe cómo fue, pero en lugar de pedirle explicaciones a sus jefes, los trabajadores decidieron hacer horas extras en el legítimo oficio de pedir limosna a sus clientes. No se sabe cómo, pero el pedir se convirtió en una costumbre y de la costumbre vino la "ley no escrita" de dejar una limosna del x % del total consumido. ¡Los jefes se frotaban las manos: los clientes pagaban por los servicios prestados y por el personal empleado! ¡Bonita forma de alimentar el sueño americano y de incentivar a un explotador!
Claro, que los argumentos de los explotadores eran claros: de no ser por la propina ellos deberían subir los precios de los productos vendidos, para de esa forma poder pagar un sueldo justo a sus empleados, así que los clientes resultaban beneficiados ya que de forma libre decidían si colaboraban o no con mantener el libre mercado capitalista. Así que bajo el influjo del sueño americano los clientes decidieron apadrinar a explotadores con ingresos continuos llamados propina.
Y colorín colorado sería bonito que este cuento hubiese acabado ... pero ...
2 comentarios:
No sabía que la cosa hubiese empezado así. Realmente curioso...
(Yo tampoco, ¿eh? ...) ¿cómo piensas que empezó la cosa?
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