11 de mayo de 2009

A la sombra del anónimo

Detrás de cada persona hay tantos anónimos como quiera reconocer. Anónimo es el nombre de la expresión libre que fluye desde el emisor, que no será juzgado, hasta el receptor, que la percibirá huerfana de autor. Anónimo es el nombre de la expresión pura, de la idea libre, del discurso propio.

¿Debieramos ser anónimos? ¿Serían más o menos enriquecedoras las tertulias anónimas? ¿Juzgamos los discursos por quién los dijo? ¿Medimos nuestros discursos por a quién los dirigimos?

3 comentarios:

jauhow dijo...

Somos anónimos cuando nos confundimos con la masa, cuando nuestra voz no nos representa personalmente, cuando no firmamos una campaña y le damos el protagonismo a la marca. Somos anónimos cuando somos cobardes y no nos atrevemos a exponer nuestra opinión ante la opinión pública. Y también cuando somos humildes y no queremos presumir. ¿Deberíamos serlo? Yo contestaría que no siempre. El anonimato no creo que enriquezca las tertulias, quizás sí sirva para evitar estereotipos y prejuicios. ¿Juzgamos en función del autor? Sin duda. El mismo comentario dicho por Bush, Obama, Lenon o la Madre Teresa de Calcuta adquiere significados distintos y posicionamientos a priori del receptor. ¿Medimos el discurso en función de nuestro público objetivo? Yo lo hago todos los días en el trabajo, lo hacen los profesores con sus alumnos...

jauhow dijo...

Nota: "Yo contestaría que no siempre" es un pequeño homenaje al Oráculo de Delfos, uno de los referentes más claros de adaptación al público. ;)

Mar-ia dijo...

Estoy de acuerdo con lo que dices, pero mi argumento era más sobre el discurso en sí. Me explico, cuando dices ¿Juzgamos en función del autor? Sin duda. El mismo comentario dicho por Bush, Obama, Lenon o la Madre Teresa de Calcuta adquiere significados distintos y posicionamientos a priori del receptor, eso entiendo yo que lo que ocurre es que el discurso no es claro o completo, necesitamos conocer al autor para entender lo que se dice.
Un ejemplo, ¿una película de un director consagrado la juzgaríamos igual si no supiesemos que es de él?

No sé, pienso que muchas veces no pensamos sobre lo hecho o dicho, sino sobre el que lo hizo. Otras veces no decimos lo que pensamos porque la opinión contraria la dice "alguien". Entonces me preguntaba si en según que casos (pongamos para tertuliar, sin trabajo de por medio) no sería más apropiado el ser anónimo. No un anónimo cobarde, sino un anónimo vehiculo para transmitir una idea, lo que importa es la idea no quién la dijo.