23 de diciembre de 2008

Cuento de Navidad

Érase una vez una estantería de libros de un gran almacén, de una ciudad occidental cualquiera, en una mañana de un día 24 de diciembre. La gente pasaba deprisa, decidida, con bolsas grandes y chicas, deprisa, decidida. Nadie miraba a la estantería, la esquivaban sin regalarle una leve sonrisa, un fugaz vistazo. Muchos pasaban de largo y pocos se paraban delante de la mesa de superventas de libros.
Las cabezas de los langostinos que sobresalían de las bolsas, se miraban las unas a las otras asustadas por su sino y las burbujas en las botellas de champán se agitaban con el traqueteo, mientras los corchos nerviosos trataban de contener el frenesí espumoso.

El día transcurrió igual: gente que iba y venía, deprisa, decidida, sin mirar, sin tocar la estantería. El gran almacén cerró, sus luces se apagaron y se encendieron en las ventanas de los edificios y las bolsas de compras se convirtieron en suculentos manjares sobre las mesas de Navidad y en regalos perfectamente envueltos en la mente de Papá Noel.
La estantería seguía allí, en el gran almacén de luces apagadas y reflejo de sus escaparates. Y cuando todo parecía hacer pensar que se iba a iniciar la Nochebuena y las televisiones comenzaban a desear buenos propósitos ... ¡ocurrió!
La estantería de un golpe seco tiró todos los libros al suelo:
¡Plin!, al suelo, ¿es que no os dais cuenta? ¿Esto qué sentido tiene? ¿no deberías vosotros explicarlo? ¿Y qué estáis haciendo? ¿eh, qué hacéis? yo os lo digo: ¡nada!
Los libros atónitos se quedaron inmóviles en el suelo, mudos. Las cajas registradoras se acercaron corriendo a contemplar la escena y a increpar a los maltrechos libros:
Tiene toda la razón, ¿es que no os dais cuenta? ¿creéis que esta situación debe mantenerse más tiempo? ¿Sabéis cuánto dinero han tragado nuestras bocas en el nombre de la ilusión de la Navidad?

Uno de los libros cabreado gritó:
¿Y qué queréis que hagamos nosotros? ¿qué pensáis que podemos hacer?¿eh?¿y por qué nosotros?
La estanteria rápidamente le contestó:
Porque vosotros sois la cultura, el saber, sois los sabios de este lugar, si vosotros no sabéis qué hacer, ¿quién lo va a saber? vosotros sois la palabra, si vosotros no sois capaces de hacer algo ¿quién lo va hacer?

Y el libro respondió:
Pero nosotros somos sólo libros, cuentos, historias, saberes que serán reales sólo si alguien nos lee ... Nosotros sólo podemos hablar en cuentos y los cuentos son fantasía y lo que hay ahí fuera es la realidad. Sólo ellos pueden cambiarla. Tú lo sabes ...


Seguramente tengas razón, pero algo podremos hacer para que la palabra llegue a ellos, ¿no? para que la ilusión sea otra cosa que pasear los langostinos y el champán, que comprar y regalar, comprar y regalar, comer y comprar, consumir comida, regalos, consumir, consumir ... ¿podremos hacer algo? ¿no? Explicaba soliviantada la estantería.

¡Claro que sí! Gritaron las estanterías, los mostradores, los perfumes, los bolsos, las camisas, los pantalones ... ¡Claro que sí!
Y así, capaces de cambiar la realidad, las puertas de las entradas del establecimiento decidieron no abrirse hasta el día 7 de enero. Las luces del escaparate decidieron apagarse. Y esos gestos fueron imitados por el resto de tiendas. Las televisiones de los escaparates dejaron de funcionar y gritaron a sus colegas en los hogares que hicieran lo mismo.
Una ola de silencio mojó la ciudad y las gentes en sus casas se miraban entre las sonrisas de las cabezas de langostinos: ¡seremos comidos de forma distinta! pensaron ... ¡esto será una muerte dulce ! ...

(Lo demás es ya conocido ...).

Y colorín colorado este cuento de Navidad se ha acabado y disfrutaron de una Navidad libre de mercado y cantaron y bailaron, al son de zambombas y panderetas.


(La moraleja de este cuento es clara, espero que disfrutéis de una Navidad libre de mercado, aunque si os divierte más la otra ... ¿quién soy yo para hablar de Navidad?)

2 comentarios:

jauhow dijo...

¿Existe una navidad libre de mercado? Por la cuenta que me trae espero que no... ¡que me quedo sin trabajo en dos días! Felices Fiestas (en nada, ya será primavera en El Corte Inglés).

Mar-ia dijo...

No existe, te pagaría (lo que pudiese) para que publicitaras que existe. Y si lo consiguiese te volvería a contratar para que publicitaras un montón de cosas: "en las mesas no se pinta", "el suelo de la calle es el suelo de tu casa: no tires mierda sobre él", "tu perro no tiene retrete: no dejes que cague en la acera", "escucha y diviértete una vida", "¿que no viste esta película, esta obra de teatro, este musical, este concierto ...? ¿que no leiste este libro ...?", "en esta ciudad se disfruta", "en este lugar se tertulia", ... ¿Trabajo para ti?¡un montón! La publicidad no tiene (necesariamente) que ir ligada a un consumo estrictamente monetario ... ¿o sí?