Sería un error explicarnos el cambio de rumbo en la política económica del Gobierno con la idea simple de que Rodríguez Zapatero ha traicionado sus promesas y sus principios. La situación es más grave: no ha podido cumplir sus promesas, no ha podido mantener sus principios, no ha podido oponerse al peso real de los mercados financieros, no ha podido defender los deseos de los ciudadanos que todavía albergan la ilusión de que los parlamentos y sus representantes políticos trabajen para ellos, para solucionar sus problemas. La realidad está gobernada por los especuladores y las democracias actuales parecen muy heridas.
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Estamos obligados a abrir una meditación seria sobre la política para iniciar el proceso de protagonismo social de la izquierda, y me parece imprescindible tener en cuenta algunas cosas. Primero: huyamos del todos son iguales. Los partidos socialdemócratas, sus dirigentes y sus bases necesitan ocupar un lugar decisivo en este proceso, y deben asumirlo ellos mismos si quieren sobrevivir como instancias de poder en el huracán neoliberal. Segundo: no se trata de una aventura española, sino europea, en la que los sindicatos deben tomar cartas inmediatas en el asunto. Como no consolidemos en Europa un espacio público capaz de defender los derechos cívicos y laborales ante la globalización económica, cualquier batalla estará perdida. Y tercero: las alternativas a la izquierda de los partidos socialdemócratas no pueden convertirse en la estación residual de votos desencantados o de viejas nostalgias. Por el contrario, necesitan hacerse votables por sí mismas, como fuerzas activas y convincentes de renovación y transformación del pensamiento de la izquierda.
Sólo así conseguiremos que dejen de ser inútiles las buenas intenciones de un presidente y todos nuestros votos.
Extraído de Pensar en la izquierda, de Luis García Montero.
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