Esa es la frase que se repite una y otra vez en las reuniones que se van celebrando, tras cada nueva medida de nuestro querido gobierno Mariano.
Una minoría de gente se reúne un día y otro y otro y otro ... y otro ... y otro ... para tratar de transmitir otro mensaje distinto al que lanzan las televisiones y los medios de comunicación tradicionales.
Pero la frustración le golpea fuerte, porque la transmisión del mensaje parece excesivamente lenta, ya que el resto de gente nada plácidamente en mitad de la balsa de mugre. Parecen ser conscientes de la malignidad del agua, pero deben estar
esperando a que llueva y se lleve la mugre, porque aún no han enfermado (o no se reconocen como enfermos).
Los locos de las reuniones analizan el origen de la mugre y plantean soluciones para acabar, cuanto antes, con esa situación insalubre.
Debemos hacer un manifiesto o algo y difundirlo para que todos se enteren, porque la gente no se está enterando de lo que está pasando.
Y se producen manifiestos, como pompas de jabón en la bañera, y los leen los que ya conocían la situación y quizá algún recién afectado grave de la situación insalubre. Y entonces, los locos de las reuniones piensan nuevas estrategias de comunicación y se distribuyen por las ciudades, como pompas de jabón en la bañera. Pero, como pompas de jabón en la calle, todo el esfuerzo de comunicación se rompe, al impactar con la cotidianidad de la gente resignada ...
La comunicación necesita un mensaje que difundir, un emisor y un receptor. Si alguno de estos ingredientes falla, no hay comunicación. Quizá el problema de los locos de las reuniones sea presuponer que hay receptores ...
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