Sé que estamos en el 2011. Pero me gustaría recordar el programa de IU de las elecciones generales de 2008, para aquellos que o no tienen memoria (o no quieren tenerla) y acusan a IU de ser oportunista al incluir "propuestas del 15M".
(Podemos remontarnos a muchos años atrás, ya que IU lleva desde sus orígenes manteniendo una línea de trabajo y acción coherente. Por supuesto, con los defectos que tenemos las personas y más aún las personas de izquierdas que se pasan(amos) el tiempo debatiendo sobre el qué debatir, y deteniéndonos, demasiado tiempo, en lo que nos separa, en lugar de avanzar con lo que nos une ...).
Señalo aquí sólo una ínfima parte de lo que en ese programa se decía (para el que la palabra izquierda le moleste puede cambiarla por abajo o los de abajo):
Un programa electoral debe ser un compromiso de avance en el contrato social. Por eso, debe atreverse a plantear las preguntas que acucian a la ciudadanía. De la misma manera, debe atreverse también a proponer respuestas conciliadas con el modelo de sociedad que se desea. Nuestro programa, insistimos, no es una subasta ni un ejercicio de marketing para convencer a los que supuestamente duermen en ese limbo del centro.
Traemos a vuestra consideración un programa que entendemos como un compromiso con nuestro electorado y con aquellos sectores sociales que piensan que podemos representar sus aspiraciones en las instituciones. Es, en esta etapa electoral, un instrumento para el debate, para la reflexión y también para el cambio político que precisamos.
Parece que se avecinan tiempos difíciles en la economía. La pregunta adecuada es: ¿quién pagará la próxima crisis?, ¿serán los de siempre, es decir los trabajadores y trabajadoras, la gente que vive de su salario, los jóvenes que, una vez más, verán cercenadas sus expectativas, las mujeres, a las que se invitará amablemente a esperar una nueva oportunidad, los precarios que verán, además, su puesto de trabajo en peligro? Si no hay fuerza electoral para impedirlo, la experiencia nos dice que los grandes acuerdos siempre se hacen hacia la derecha. Si no se cuenta con nosotros, sabemos de antemano dónde coincidirán PSOE, CiU, PP, a la hora de señalar quiénes tienen que cargar con la solución de las crisis.
Podemos y debemos aspirar a que la crisis no se soporte sobre las espaldas de los de siempre. Este programa está pensado para dar una respuesta a la certidumbre que hoy comparten millones de personas: se puede vivir de otra manera.
Por eso, desde Izquierda Unida entendemos necesario trasladar a la ciudadanía una inquietud que se nos renueva con cada injusticia: ¿Hace cuanto que la izquierda dejó de atreverse a pensar un mundo diferente? ¿Cómo ha sido que se han ido rebajando más y más las reclamaciones para conseguir una democracia real? ¿Podemos explicar por qué le ha vencido a una parte de la izquierda el miedo o la resignación?
[...]
Tres décadas de políticas neoliberales han puesto de relieve hasta qué punto el capitalismo es, simplemente, incompatible con la felicidad personal y con la sostenibilidad social y ambiental del planeta. Frente a la orgía del “vivimos en el mejor de los mundos posibles”, nos toca ser los aguafiestas que recordamos que hay demasiadas cosas rotas. Todos los problemas globales se han agudizado: pobres más pobres, ricos más ricos, más infradesarrollo, vidas mercantilizadas, dificultades crecientes para encontrar
una razón para seguir adelante, calentamiento global, crisis flagrante de nuestro modelo de producción y consumo, pérdida de raíces, espirales de pérdida de sentido… De modo recurrente recordamos que el camino del capitalismo es el camino de la barbarie civilizatoria.
Pero no nos faltan fuerzas. Muy al contrario. La perversidad del capitalismo no nos es desconocida, aunque las preguntas están ahora en otro sitio. ¿Por qué en este tiempo de miseria moral y económica, la izquierda alternativa, parece, sin embargo vivir momentos de indecisión y duda? ¿Por qué no convertimos nuestro capital de trabajo, honestidad política y propuestas de bienestar para la mayoría en mejores resultados electorales? O incluso, ¿por que no hay un aumento espectacular de la afiliación, de la movilización social, de la contestación a las agresiones cotidianas y recurrentes de este sistema miserable?
Éste es hoy nuestro mayor desafío: tenemos que ser capaces de hacer eso tan difícil y tan imprescindible para la gente de abajo: convertir en verdad las malas noticias. No retirar la mirada ante la cotidianeidad que no nos gusta. Asumimos el reto urgente de convertir en una narración coherente y articulada los sucesos del día a día, la realidad que afecta a la gente que vive, precisamente, esa realidad oculta en la cultura del espectáculo. Tenemos que ser capaces de recuperar en una nueva dimensión, en un tiempo nuevo, en circunstancias diferentes, nuestra capacidad histórica, la que ayudó a construir la democracia. Esa mirada diferente es la que permitirá que nuestras explicaciones sean recibidas como un nuevo sentido común crítico y exigente aplicado a la política.
Recuperar esto hoy pasa por afirmar cotidiana y regularmente nuestra identidad de izquierda alternativa y transformadora que ni se acobarda ni calla ni consiente. ¿Cómo es posible que hayamos tenido que esperar al año 2008 para entender que con este modelo de crecimiento apenas le quedan cien años más de vida al planeta? ¿Qué tierra van a heredar los jóvenes y las generaciones venideras? Es hora de recuperar una de
las verdades más profundas de la izquierda: el capitalismo es la barbarie. Por eso, aprovechamos el espacio de este programa electoral para recordar que somos y seremos conscientemente anticapitalistas, y que en coherencia con ello, reivindicamos un modo diferente de organizar la vida y la convivencia que para nosotros tiene un nombre que se renueva constantemente: el socialismo.
No seremos izquierda si perdemos esas referencias; no seremos izquierda si, al tiempo, no somos capaces de proponer con credibilidad, con seriedad respuestas veraces a los problemas que angustian y agobian a la gente, esos problemas que nos inquietan y nos llenan de incertidumbre. Nuestra capacidad de izquierda no la medimos solamente con el discurso. También lo hacemos con la capacidad real de transformar la política real.
Pero tampoco lo seremos si no convencemos de que somos portadores de esperanza, de perspectivas de cambio, de una utopía con los pies en el suelo. Estamos aquí para decir eso: “confiar en nosotros, confiar con nosotros, participar con nosotros” para construir juntos esa confianza en una vida buena.
Lo que la sociedad de izquierdas quiere de nosotros y nosotras es sencillo, aunque requiere de una enorme responsabilidad: propuestas de izquierdas, de cambio real, creíbles, realizables, que anuncien que es posible y deseable hacer las cosas de otra manera.
[...]
En este tiempo de rebajas ideológicas y propuestas electoralistas, nosotros no queremos participar de esa almoneda. Esa competencia por ver quien hace la propuesta más increíble y paradójica no está en la manera de entender la política de las personas que queremos representar. Que sigan los demás partidos con la cuadratura del círculo de querer incrementar el gasto social al tiempo que recortan impuestos. Forma parte de un circo electoral que no sirve sino para desprestigiar más a la política.
En lo que se refiere a Izquierda Unida, está en nuestra crianza democrática decir cosas sencillas que buscan recuperar la normalidad en el uso de las palabras y en su sentido:
- Decir que no es de izquierdas bajar los impuestos, y recordar que es de izquierdas luchar por una justicia fiscal que permita a los poderes públicos promover políticas sociales de alcance universal.
- Decir que no es de izquierdas limitar derechos o proclamar reconocimientos sobre el papel sin posibilidad de que se cumplan. Por el contrario, decir que sí es de izquierdas impulsar derechos y asegurar, a través de los poderes públicos y de los presupuestos, su cumplimiento. No una promesa hueca de vivir mejor, sino la garantía de vivir bien, que pasa por una buena vivienda, educación pública de calidad; una sanidad a la altura del país que queremos ser.
- Decir que no es de izquierdas desregular el mercado laboral, flexibilizar el trabajo, privatizar los servicios públicos. Decir que sí es de izquierdas garantizar mercados de trabajo estables, previsibles y con derechos que hagan cierto lo de trabajar para vivir y no vivir para trabajar.
- Decir que no es de izquierdas condenar a millones de personas a la irregularidad, al miedo permanente, a un mundo sin derechos. Decir que sí es de izquierdas promover los derechos humanos para todos y todas, sabiendo que ningún ser humano puede ser ilegal.
- Decir que no es de izquierdas doblar la rodilla ante el imperio y sus exigencias. Decir que sí es de izquierdas promover una política internacional de solidaridad, de cooperación y de paz. Dejemos al PP el deseo de una política internacional “para que nos respeten”. Por nuestra parte, queremos impulsar una política internacional para que nos quieran en el mundo, no para que nos tengan miedo.
- Decir que no es de izquierdas producir y consumir guiados por un productivismo que destruye el planeta, enmascarando ese crecimiento suicida con declaraciones vacías sobre la sostenibilidad o referencias huecas y lanzadas a un futuro lejano sobre Protocolo de Kyoto. Decir que es de izquierdas, con la reclamación de valentía que implica, asumir que capitalismo y sostenibilidad medioambiental son incompatibles. Y que por eso hay que empezar a cambiar ya el modelo de producción y consumo para poder dar en herencia a nuestros hijos y nietos un planeta habitable.
- Decir que no es de izquierdas expulsar a la ciudadanía de los grandes debates públicos como se ha hecho con el futuro de Europa. Decir, muy lejos de ese nuevo elitismo político, que de izquierdas es apostar por la participación y profundización de la democracia y hacer que las instituciones modifiquen sus encorsetados rituales y se abran a la sociedad.
- Decir que no es de izquierdas postrarse ante la Iglesia y costear creencias particulares, y que tampoco lo es favorecer o castigar a ninguna confesión en virtud de su buen comportamiento respecto del gobierno. Sí es de izquierdas, por el contrario, recuperar con fuerza las señas de identidad de la modernidad ilustrada:laicismo, es decir separación radical entre Iglesia y Estado, al tiempo que se asegure desde los
poderes públicos la neutralidad en lo que a religión se refiere.
[...]
Nuestras prácticas y nuestra vida como organización no han estado libres de numerosas insuficiencias, pero sin duda ha incorporado al debate y a la agenda de los partidos multitud de temas donde siempre la participación era el eje central. Nuestra iniciativa de las primarias, como forma de devolver a las bases la iniciativa política, ha querido recuperar nuestro lugar como impulsores de un nuevo espacio público, de un nuevo impulso democrático, de una nueva centralidad de la participación en la formación de la opinión pública.
[...]
El actual modelo dominante de producción y consumo ha mostrado una importante capacidad de producción de riqueza y una nula capacidad de redistribución de la misma. De hecho las políticas fiscales y sociales han convertido este crecimiento en regresivo: se hacen más ricos los que más tienen y aumenta el diferencial de ingresos entre los salarios y las rentas de capital. Por otra parte, la lógica privatizadora de las dos últimas décadas ha dejado diezmados los sistemas públicos universales. A duras penas y básicamente gracias al esfuerzo de sus profesionales siguen cumpliendo sus funciones de asistencia. Pero estos sistemas y la intervención pública se pensaron también para facilitar condiciones de igualdad para todas las personas en su desarrollo vital. Para hacer posible que todas las personas pudieran desarrollar un proyecto vital propio en condiciones de igualdad con otros proyectos.
Para recuperar esta capacidad hay que actuar con urgencia y hay que invertir el orden de prioridades en el ámbito económico y social:
- En primer lugar hay que recuperar la dirección política de los procesos económicos: la economía debe estar al servicio de las prioridades políticas que la sociedad establezca. Y esto implica el compromiso de los poderes públicos en el seguimiento y control de los procesos económicos.
- En segundo lugar, hay que recuperar la idea de servicios sociales de carácter público, esto es suministrados por entidades públicas y asegurados en calidad y prestaciones por una dirección política e institucional adecuada.
- En tercer lugar, hay que producir una inversión significativa y urgente en política social, desde este punto de vista proponemos un Plan de medidas urgentes para la convergencia social con Europa que implique el gasto anual de al menos un punto del PIB durante la próxima legislatura.
- En cuarto lugar, proponemos el reconocimiento constitucional del derecho subjetivo a determinados bienes y servicios públicos, entre ellos el de la vivienda.
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