La ciudad estaba vacía. El calor se esparcía por las aceras. Las ventanas deseaban que el aire (fresco) las sacara a bailar. Los aires acondicionados hacían horas extras. El día asustaba a los transeúntes que se escondían en habitáculos cerrados. La noche era esperada como agua el sediento. A las 3 de la madrugada, el cansancio dormía al soñoliento, aburrido por el sudor. Así en el mundo incosciente el verano desaparecía, al menos mientras la temperatura consciente lo permitiese. Era verano, verano en vacaciones, eso significaba que dormirse a las 3 de la mañana no suponía ningún problema porque el despertador también estaba fuera de servicio. Pero ... a las 7:30 sonó un ruido desagradable, mucho más que el temido despertador. Parecía que la vida comenzaba a desplomarse sobre la acera, enormes trozos de hormigón golpeaban el suelo. Hasta las 8:00 todo sonaba a pesadilla, pero desafortunadamente era real. A las 9:10 el ruido desapareció. Era vacaciones pero no para los obreros que golpeaban en su oreja.
Lo sorprendente de esta historia es que la franja de mayor decibélios era de 7:30 a 9:10, después de esa hora ... silencio ...
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